En el año 2010, Don Ungaro comenzó a hacer un registro documental de los paisajes de Maine, Estados Unidos. Al comenzar a desarrollar el proyecto, la motivación original evolucionó: las fotografías reflejaban diferentes sentimientos, como soledad, tensión, ansiedad y contemplación, de manera que el autor decidió continuar explorando estos conceptos en sus imágenes.
El resultado de aquella exploración lleva por nombre MAINE y es un trabajo introspectivo en el que, sin proponérselo, Ungaro plasma su experiencia en Rockport, Rockland y Candem, pueblos tan distantes y diferentes a lo que él estaba acostumbrado. “Es un cuerpo de trabajo completamente inspirado en mi relación con este lugar que, como toda relación, hubo momentos de amor y hubo momentos de desesperación, pero sin duda salí siendo otra persona, no sé si necesariamente mejor, pero sí diferente”, explica.
Dada la naturaleza personal del proyecto, la gran dificultad del autor fue enfrentar las ideas que estaban representadas en sus imágenes, tratar de entenderlas, darles sentido y coherencia en su contexto. La búsqueda de locaciones que lo inspiraran y llegar a ellas también fue un proceso complejo que implicó recorrer largas distancias a temperaturas muy bajas, sin carro.
Dada la naturaleza personal del proyecto, la gran dificultad del autor fue enfrentar las ideas que estaban representadas en sus imágenes, tratar de entenderlas, darles sentido y coherencia en su contexto. La búsqueda de locaciones que lo inspiraran y llegar a ellas también fue un proceso complejo que implicó recorrer largas distancias a temperaturas muy bajas, sin carro.
Si bien es un trabajo íntimo, el interés del fotógrafo es conocer la experiencia individual del público frente a su obra, saber qué sentimientos generan las fotografías en ellos. “Cada imagen la veo como un fragmento de una historia más larga, no sabes qué paso antes o después, y me gusta que el espectador cree esa historia”.