Gina, Colombiana, 42 años. Vive en Praga, República Checa.
A inicios del 2009, Gina llegó a vivir a Praga junto a su marido y su hijo. Su esposo había recibido una beca de Colciencias para hacer un doctorado en química en la Universidad Tecnológica de Praga. Debido a que la estadía en República Checa era por cuatro años, Gina decidió dejar su trabajo en Colombia y acompañar a su esposo en esta nueva etapa de su carrera.
Al principio fue muy difícil, pues con el dinero de la beca que era para una persona vivían tres. Su hijo entró a estudiar a un colegio Checo y Gina empezó a trabajar como profesora de español en un instituto cerca a su casa.
Después de estar un año en Praga, Gina se divorcia de su marido y decide continuar su vida en Praga, sola con su hijo. En ese momento necesitaba un ingreso que le permitiera pagar la renta y poder sostenerse. Gina decidió empezar su propio negocio como manicurista y peluquera enfocándose en la comunidad latina
Hace dos años, conoce al que ahora es su marido. En este momento tienen una niña de 7 meses. Gina es la cabeza del hogar. Su esposo no tiene trabajo y se dedica a cuidar a su hija mientras ella trabaja sin horarios: de sol a sombra.
Todas sus clientas son mujeres que llegaron a Praga hace mucho tiempo y consideran esta ciudad su hogar. A pesar del idioma, el frío, el estilo de vida y los valores tan diferentes a los nuestros, allí están todas ellas buscándose la vida en República Checa.
El idioma es un obstáculo al cual nos enfrentamos cada vez que llegamos a un nuevo país. Sin embargo de los más grandes obstaculos salen las mejores oportunidades. Así lo ha demostrado Gina.
Tener la oportunidad de conocer una peluquera que hable Español es considerado un lujo en una ciudad en donde el idioma te cierra muchas puertas.
Me dio mucha alegría visitar a Gina y ver que, a pesar de los años en República Checa, no ha olvidado el país que la vio nacer. En su casa, a pesar de las paredes frías y de la oscuridad del invierno que entra por las ventanas, se siente el espíritu Colombiano. Conocí a algunas de sus clientas, nos tomamos un café, pude sentir el aroma de mi tierra. Fue como tener un pedacito de Colombia en un vecindario de Praga.
Patricia Betancourt
