Muévete
En mis cortos 20 años, he aprendido que el movimiento es una de las partes fundamentales
de la vida. Cada vez que siento que la vida me pesa, o que estoy en el fondo de un hueco,
sé que la única manera de salir de allí es levantándome y accionando.
—
Apóyate
Mi padre siempre ha sido una persona muy trabajadora, por lo cual, en mi infancia era
prácticamente una figura ausente.
A los pocos años de habernos mudado a Venezuela, mis padres se divorciaron y yo me fui
a vivir con mi madre.
La separación creó una grieta muy profunda en la relación paternal. En ese momento esa
espalda era como una pared inalcanzable para mi.
A medida de que fui creciendo y con la ayuda de mucha terapia, me percaté del esfuerzo
que hacía mi padre por darme todo lo que yo necesitaba aunque estuviera lejos. Por ello,
decidí acercarme.
Al hacerlo me di la oportunidad de conocerlo como individuo, y fue allí cuando entendí
finalmente que él es un ser humano como todos (con sus virtudes y defectos), con un
corazón enorme y que absolutamente siempre tendré sus hombros sobre los cuales
apoyarme.
—
Enfócate
En nuestro día a día nos topamos con infinitos problemas, aquellos que son nuestros y
aquellos que son de externos y que aún así nos afectan.
Por ser muy sensible, me tumbaban muchísimo los problemas del mundo, hasta que me
topé con el concepto de la “zona de influencia”. Básicamente este término incita a que te
enfoques en ti y en el área en que tus acciones de verdad van a tener resultado (ojo, no es
lo mismo que la comfort zone) . De esa forma, poco a poco vas a construir aquella realidad
que buscas y tus acciones van a influenciar y a involucrar a más personas.
—
Deja ir
A medida de que vamos creciendo establecemos relaciones o nos apegamos a ideas sobre
la vida y sobre nosotros mismos. Yo aprendí, por las malas, que todo tiene un plazo y que, a
veces, simplemente llega el momento de dejar ir aquello que en algún momento nos hizo
muy bien.
—
Mantén tu niño interior
Creo que algo necesario en la vida es mantener la curiosidad y la inocencia ante ciertos
hechos. Muchas veces nos privamos de estar en ciertas situaciones o de entender otros
puntos de vista solo porque estamos encerrados en nuestro mundo. Por ello pienso que es
de suma importancia mantener nuestro niño interior siempre alerta, ver un mismo objeto de
miles de formas distintas y aventurarnos a explorar sin pensar tanto en los “no” y más en los
beneficios que obtendremos al final de nuestra andanza.
—
No importa qué, sigue creciendo
La historia de esta foto es bastante peculiar. Esa planta lleva bastante tiempo en la casa y
originalmente tenía un follaje distinto.
El año pasado pasé por una serie de eventos que me tumbaron muchísimo, mi mamá
estuvo muy enferma, mi hermano (que es mi gran confidente) se fue del país y estaba en
pleno declive mi relación de años. En ese período las hojas de la mata empezaron a caerse
y parecía que estaba muerta.
Sin embargo, yo seguí dándole agua.
A comienzos de este año muchas cosas en mi vida se estabilizaron y, no sé si fue por
casualidad o no, en ese justo momento comenzaron a salirle unas hojitas completamente
distintas a las de antes a mi planta.
Ese sencillo hecho fue un símbolo que me marcó demasiado.
No importa cuan dificil sea la situación, si seguimos abonando aquello en lo que verdad
creemos, vamos a transformarnos y crecer poco a poco.
—
Acéptate
La mayor parte de mi vida estuve rodeada de hombres. Mi infancia (hasta los 10) transcurrió
en un pueblo de Portugal, en donde convivía con los chicos jugando con piedras y al fútbol.
Ellos todo el tiempo se reían de las chicas por llorar o por ser muy delicadas, por ello crecí
pensando con ese tipo de ideas y sintiendo que esa era la verdad.
Cuando me mudé a Venezuela, las interacciones eran muy distintas, las chicas eran
delicadas y los hombres eran mucho más cálidos con las mujeres (a veces demasiado diría
yo), y, a pesar de estar en otro país, los comentarios despectivos en cuanto al sexo
femenino eran hasta peores de los que había escuchado de niña.
Lo cierto es que, todas esas cosas, por sencillas que parezcan, impregnaron mi mente y
crearon una gran disyuntiva en mi a medida de que fui creciendo. Yo no quería ser una
“chica fácil que se deja llevar por cualquiera”, ni una delicada que llorara por todo, ni una
“hormonal bipolar”, por ello repudiaba inconscientemente todo lo que estuviera relacionado
con ser mujer, como por ejemplo vestirme con faldas y vestidos o cosas tan sencillas como
el color rosado.
Pero al crecer, ir a terapia y al envolverme en otro entorno, comencé a abrirme poco a poco.
No fue sino hasta finales de 5to año que di el gran paso de comprarme mi primera falda, y a
medida de que fui entendiendo mi ser, comprendí que la sensibilidad es una herramienta
sumamente poderosa y que soy extremadamente sensible, pude ver que el cuerpo de una
mujer es bello y aún más si está acompañado con la ropa adecuada; y que es inevitable ser
hormonal si eres mujer, pero eso nos puede llevar a ser unas personas muy empáticas.