Foto de la Semana

Todos lo notan, pues es tan simple y a la vez complejo como esa significante ausencia de aquella luz, que alguna vez existió en tu mirada al compartir cualquier imagen o acontecimiento que te apasionaba.

A veces parece no haber vuelta atrás, porque es casi como si algo te mató por dentro (y aún así sigues explicándole a tu mamá lo que pasó en el día y disgustándote por la situación del país, que a duras penas te angustia como lo requiere).

Estos malos pensamientos se alimentan de ti, de tu energía, de tus esperanzas e ilusiones. Se hacen enormes, cada vez más grandes. Entonces se convierte en un laberinto sin salida, aterrador, donde mil miradas te juzgan y los demonios más atroces son los que te hacen enfrentarte a ti mismo. Sin embargo, la tormenta conspira en detenerse y de la nada sientes el sol en tu mejilla, te pierdes en un destello y esa tierna luz de repente es más que suficiente para que sigas avanzando. Esa tierna luz me perdona, me cuida y de la nada puedo ser la mejor versión de mí. Donde aparece su cara, cualquier rastro de temor me abandona y sé que no regresará más, pues yo soy suficiente si ella lo cree.

Logro perdonarme y aprender a habitar en mi piel de nuevo, hasta el próximo ataque. ¡Gracias por estar ahí, lo siento por haber sobrevivido! ¡No quiero sobrevivir, quiero vivir! ¡Me siento impotente! ¿Por qué a ti? Quiero devolver el tiempo. Quiero evitar que te lastimen. Quiero que me críes como tanto soñaste hacerlo. Quiero que regreses a salvo de buscar mis exámenes en el hospital y que nos comamos una buena arepa. Quiero que hayas esquivado ese carro con todo el alma. Quiero dejar de sentirme culpable.

Te quiero abuela, ahora y para siempre. Quiero mi vida, porque tú la quieres. Por favor, ni por un segundo llegues a pensar que eres tragedia, solo eres impulso. No te olvido, no me olvides, no me olvido.

PD: Abuelo manda saludos.”